¿Qué hubiera sido de la historia si nadie hubiera tenido el valor de estar en los lugares de donde escapa la gente? ¿Qué sabríamos de los hechos más importantes de la historia (y muchas veces los más crueles) si nadie se enfrentara a sus miedos para dar testimonio de ello?
Ellos son los que se quedan, con su cámara, haciendo frente a su propio instinto, el que le grita al oído que escape, que la muerte está cerca. Son los reporteros de guerra.
Y mi preferido: Robert Capa. Valiente. Talentoso como pocos.
Si no hubiera sido por la decisión fundamental de Capa de plasmar su trabajo por encima de su riesgo personal, hoy no sabríamos cómo lucían las playas de Normandía el Día D. Si bien sólo tenemos diez negativos, esos diez son suficientes para contarnos la épica historia de aquellos que desembargaron al amanecer en una maniobra que muchos consideraron como suicida.
Es quizás porque eran las 6:30 de la mañana que nos llegan unas fotos algo movidas. Calculo que las altas velocidades no eran muy oportunas para la poca luz que debía de haber. Además, y al poco de desembarcar, la playa estaba detrás de una espesa cortina de humo producto de la contienda. O quizás la temperatura del agua hizo que su pulso no estuviera tan firme como en otras tomas. Me atrevo a pensar que, tal vez, fue el miedo el que produjo ese temblor en la cámara.
De todas formas, quien nos introduce en la piel de los soldados en esa playa, la que nos cuenta cómo fue ese día, ese histórico Día D son las fotos de Robert Capa.